lunes, 22 de octubre de 2012







































He dejado de buscar un mundo y ya solo me busco a mí. 
Qué difícil es decirlo en voz alta y no confundir un pestañeo con cerrar los ojos.
Respirar la neblina y el griterío, abrirte al gentío de cánticos con todo su ruido de arcadas e infelicidades, 
y pedir una sonrisa como quien pide fuego.
Los perros que olfatean la humanidad en sus basuras han dejado de ladrar y de mover sus rabos 
desde que el mundo les mira con sus ojos de correas y pinchos. 
Desde que muerden a las cosas por su nombre.
Me siento como un buscador que ha tirado su tesoro solo para poder seguir buscándolo. 
Aquello de que lo peor de los sueños es cuando se cumplen es algo que intuyes desde el primer soplido.
Luego pasa la resaca y te quedas mirando la arena que te queda en los bolsillos mientras buscas un mar abierto, 
en esta ciudad, a estas horas, en este puto momento…












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